Siempre he pensado que no pensar
en el pasado puede hacer que repitas los errores; por lo que me paso horas
pensando en las lecciones de mis errores. Luego paso las horas del presente
pensando en lo que será mi futuro (lo decreto) y luego pasó a la acción.
He sido, sin lugar a dudas, un
pensador serio de mi vida por lo que mis padres jamás estuvieron más orgullo de
mi persona al verme afanoso y responsable con cada una de las tareas que
demanda cada espacio de vida.
Si bien he sido, un sinnúmero de
veces un derrochador que parecía no tener remedio. Lo halle volviéndome un
prestamista fruto de mis ahorros; a diversos comerciantes del mercado ubicado a
dos cuadros donde vivo. Presto a mis clientes: 50, 100 hasta 200 soles, siempre
con un interés del 10%. Ellos son puntuales en pagarme y yo he aprendido a
valorar el dinero al recibirlo aumentado.
He trabajado al lado de mi padre
en el negocio de la fabricación de útiles escolares, juguetes, muebles para el
hogar y casitas de perro. Todo en madera. Y aunque mi progenitor tenía el
infortunio del desorden; termine por suponer, que era una decisión anhelada de
ALA, al cual mi madre era tan creyente como yo. Mi madre era tan amorosa que
una mañana de luz intensa no le permitió reconocer de inmediato el poderío de
la muerte que se la llevo en un tropezón para que siga amando en silencio e
invisible. Fue cuando mi padre enloqueció de a pocos que apenas me di cuenta
para internarlo, cuando supe que mi padre creó su propio mundo en comunicación
con mi madre que me hizo llorar en silencio, no por su locura sino por su
virtud de seguir hablando a su esposa mas allá de la muerte misma.
Después de contemplar un instante
con el corazón enmarañado en múltiples emociones a mi padre, caí en la cuenta
de que ya no podía soportarme a mí mismo. Como el azar nunca manda las
desgracias en paquete de uno sino de a dos, se llevo a mi padre de un paro
cardiaco, un día antes, de haberme atrevido a ir al manicomio para que puedan
volver al mundo real a mi padre, que era donde lo quería para seguir laborando
en la madera que se llenaba de termitas.
Su muerte me consumió en un dolor
tan grande que apenas me soportaba en mi cuerpo de 18 años, al cual daba de
puñetes, tentando en matarme de a pocos. Un amigo de nombre Nick; al que vi
crecer sin que él me vea mí porque había sido un estoico soldado que no se daba
tiempo para el recreo de la vida con los compinches del barrio, al verme tan
triste me propuso sacarme a la vida pero antes se encargo de convencer a sus
padre para que entierre al mío que se podría pétreo sobre la cama pareciendo
ver un coro de querubines por que parecía sonreír.
A los tres días del entierro de
mi padre al cual no fui porque me sentía una piedra muy pesada, vi deslizarse
por debajo de mi puerta un papel donde se registraba los gastos que procedió el
padre de mi amigo Nick y tenía un fecha límite con amenaza de embargo al que no
puse el peso de la duda, ya que los días del velatorio, misa y entierro de mi
padre firme todo papel que me ponían la frente. Estaba flaco y ojeroso; poco o
nada me importaba que se carguen con todo lo que me rodeaba. Nick tocaba la
puerta de fierro de mi casa y al ver que no me daba cuenta, trepo por la zotea
del vecino para estar de pronto frente a mí y decirme “Es tiempo de que
conozcas la vida o te pudras aquí igual que tu padre”. Reaccione pero solo para
mirarle con cierta cólera. Abrí la puerta y salimos los dos.
Fuimos a una discoteca que con
sus luces intermitentes me cegaba el alma buena que por un tiempo goce y
comencé a ver impúdicamente a las mujeres del cual Nick me presento algunas y
mientras se distraían bailando o conversando, vaciaba un polvo blanco en sus
vasos con cerveza, después me guiñaba el ojo y me decía “Hoy lo hacemos en tu
casa”.
Y mientras dos de ellas, víctima
de la sustancia, se retorcían eróticamente en sus asientos, Nick abrazaba a una
y me alentaba a que abrazara a su amiga que me miraba como diciéndome “Cabro,
porque no me abrazas como Nick abraza a mi amiga”, ese día no solo enrosque mi
brazo alrededor del cuello de la joven sino la bese y hasta casi le hago sexo
en plena discoteca sino hubiera sido por la mano inmensa del negro de seguridad
que me hizo salir junto a mi amigo y mis dos amigas fuera de ella.
Nos fuimos a mi casa, y dimos
rienda suelta a nuestros impulsos más primitivos, descubriendo en aquel momento
no solo mi vocación a ser actor pornográfico sino a la óptima disposición a
consumir con maestría la coca que Nick sacaba de su bolsillo y las chicas se
alocaban por ella.
Con el pasar de los días, halle
en la marihuana una fuente de escape a mi dura vida. Me relajaba inmensamente,
hablaba como borracho y sonreía a toda chica que se cruzaba por mi camino, todo
ello unido a un ingenio cómico del cual siempre dude, reía junto a las chicas a
las cuales llevaba a mi casa para someterlas a largas sesiones de sadismo sexual.
Me sentía dichoso de tener un
amigo como Nick, de reír como encantador demonio por cualquier cosa y de estar
siempre con una chispa que parecía cifrada por la divina providencia. Así lo
pensaba. Hasta que el padre de mi amigo de juergas junto con otros vecinos que
enterraron a mi padre se dieron junta para con tres abogados me embargaran la
casa con todas sus cosas. Ese día Nick desapareció de mi vida como tragado por
el infierno.
Nunca más lo vi hasta que el me
vio. El estaba con dos amigos y yo sentado en una esquina bien golpeado por los
guachimanes homofóbicos. Sí, me había convertido en un transformista agobiado
por mi estomago que pedía el pan divino. Sus dos amigos me miraron con odio,
gruñeron, hicieron con los dedos de sus manos un puño y antes de que pueda
reaccionar, Nick me agarro para que los demás me golpeen hasta morir. Es
mentira que en la muerte veas a tus seres queridos, yo aún no encuentro a mis
padres, o quizás ellos me han visto y no me han reconocido, porque he viajado
al astral con mi porte de mujer putañera.
0 Comentarios