Un mar de espanto se apoderó de
la mujer al sentir sonidos de pasos atrás de ella. Estaba en un callejón y era
casi la media noche. Quiso correr como un ciervo espantado por un león pero al
querer intentarlo; las piernas se le pusieron como si llevase pesadas cadenas.
De pronto una luz ilumino su rostro que la cegó totalmente. Estaba a salvo. Era
la sirena de una patrulla policial.
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